El hecho es que los problemas sociales, los acontecimientos vitales estresantes o la depresión, pueden causar tales estragos en algunas personas, que las hacen más vulnerables a la somatización de enfermedades crónicas, actuando en muchos casos como acelerantes de las enfermedades cancerosas. De igual manera existen numerosos estudios que nos revelan que los enfermos de cáncer que desarrollan una actitud de lucha y de negación a la derrota presentan un índice de supervivencia significativamente mayor, que los que se abandonan a su suerte o reaccionan con desamparo y desesperanza. Los factores psicológicos, que actúan principalmente como potenciadores de cáncer, no pueden continuar siendo algo residual, a lo que se le presta escasa atención. El estudio de los patrones comportamentales y de personalidad, han de pasar a formar parte del abordaje terapéutico de las enfermedades cancerosas, desde su prevención hasta su curso, pronóstico y tratamiento.
Es especialmente relevante la relación del cáncer con los patrones de conducta tipo C, personas poco asertivas, pero que suelen mantener muy buenas relaciones con los demás. Los tipo C presentan unas estrategias de afrontamiento del cáncer que pueden considerarse como características de las personas proclives a padecer cáncer, así, la depresión, como factor adicional en el desarrollo y aparición clínica de la enfermedad, tanto a nivel premórbido o previa al surgimiento del cáncer, o como reacción ante el diagnóstico y tratamiento del mismo, puede acentuar en estos individuos. en un porcentaje mucho mayor que en otras personalidades, el riesgo de inmunodepresión, sobre todo de la actividad de las células NK (linfocitos de defensa inmunitaria no específica). Se ha encontrado que la baja actividad de estas células tiene mucho que ver con los estados de deficiente apoyo social y familiar, y que la intervención psicológica que potencia en estos pacientes los vínculos de apoyo social y mejora las relaciones familiares, consigue un incremento notable del tiempo de supervivencia en mujeres que padecen cáncer de mama metastático. Esto se debe a que el apoyo social percibido positivamente por la paciente mejora la adaptación ante los acontecimientos estresantes, presenta más conductas preventivas, muestra mayor adhesión a los tratamientos y el impacto de la enfermedad sobre ellas es mucho menos estresante. Por el contrario, el aislamiento, la soledad, el desamparo y la desesperanza, que se manifiestan en estas fluctuaciones del estado de ánimo se ha llegado a asociar incluso con la aparición de melanomas y con el cáncer de mama de una forma contundente (Temoskoh, 1987).